Si, Si: "LA FIESTA DE LA DEMOCRACIA”
Pocas horas después de amanecer,
Tomas se dispone para ir a votar, estamos a 20 de Noviembre en cualquier lugar
de Canarias. Ante él, la mesa de su modesta cocina y con algo de luz que se
atreve a acompañarle asomándose por la ventana, su hijo aún en la cama y su
pequeña radio dando los porcentajes de participación de las elecciones
generales cada cinco minutos.
Frente a su café con leche
humeante y ese tímido frescor que no acaba de presentarse por su ventana,
frescor que siempre ha deseado desde que comienza el invierno y que este año no
termina de acompañarle, escucha en la radio “hoy es el día de la fiesta de la
democracia”. Tomás no logra entender por qué tanta insistencia con lo de la “fiesta
de la democracia”, lo habían dicho ya en numerosos momentos por la radio, no
comprende esto de la democracia, nadie le pregunta sobre cómo y qué se debe
hacer en su pueblo, su isla, su comunidad, su país. “fiesta de la democracia”,
piensa, al parecer se trata de que yo opine sobre quién o qué partido deba
decidir por mí. Le suena a poca cosa para una palabra que parece tan grande “democracia”.
Tomás se dispone a ir con su hijo
a pie al colegio electoral. Baja por la pequeña carretera de su barrio que se
encuentra en un estado excepcional, la han asfaltado la semana pasada, piensa
que hace algunos meses, también justo antes de las elecciones municipales, la
carretera general con la que conecta su barrio también se asfalto, hace memoria
y recuerda muchas carreteras arregladas antes de las elecciones, se queda
pensando hasta el momento que un loro que canturrea le distrae del pensamiento
y sigue caminando con su hijo hacia el colegio.
Al llegar al colegio entra con su
hijo y se dispone a enseñarle como son las cabinas de los sobres y papeletas cuando
oye a una mujer que sin mediar saludo ni respeto en el tono de voz le dice, “no
pueden entrar dos personas a la cabina al mismo tiempo”, al explicar que lo que
desea es que su hijo de 13 años vea en qué consiste esto de votar varios
interventores de partidos se apresuran a avisar a la presidenta de la mesa, una
vecina del barrio, solicitándole que no me permitiera entrar con mi hijo en la
cabina. Un momento de sobresalto se instalo en el aula, no entendía de qué se
trataba tanto alboroto, un clima de desconfianza de miradas vigilantes se
instaló, en el recinto, pero no, este clima llevaba ya tiempo danzando por el
espacio reducido del aula.
Nuevamente, pensé que esto poco
tenía que ver con una fiesta, con “la fiesta de la democracia”. La vecina,
presidenta de la mesa insistió que la constitución decía que el voto es secreto
a lo que le afirmé que yo no tengo que esconder mi voto si no lo deseo. En fin
fuera de la cabina y con la cortina de la misma abierta le enseñe a mi hijo
como se encontraba distribuidas las papeletas y sobres, Tomás tiene la
costumbre de enseñarle a su hijo las cosas que les rodean. Tomás entra a la
cabina y coge el voto, la presidenta de la mesa sierra la cortina, este fue el
momento que más le enfadó por lo que abrió la cortina eligió su voto y lo insertó
en el sobre, fue en ese momento cuando realmente le entendió la presidenta de
la mesa electoral, disimuló e hiso como que no había visto nada.
Tomás no lograba entender que este
mundo solo necesitara de los ciudadanos para que eligieran a los que nos
representan, a los que deciden. Algo tenía que estar pasando cuando no podía formar
parte de las decisiones de su destino, Tomás estaba seriamente preocupado.
Algo turbado por la situación y
serio sale del colegio y vuelta a casa, no se le marchaba de la cabeza y esta
vez ni con el canturreo del loro, ¿por qué aquellas personas creían que la
opinión tiene que ser forzosamente secreta?, ¿por qué la desconfianza había instalado
en el colegio electoral?, ¿Pasará esto en los demás colegios electorales?, ¿qué
buscaban?, ¿por qué y para qué estaban compitiendo? Y un sinfín más de por qué.
Tomás ahora si siente frio, pero
no el frio que desea que lo abrace cuando llega el invierno, sino el frio de
una sociedad, débil, instalada en el escápese quien pueda, el egoísmo y sobre
todo la ignorancia, que como sarna regada por nuestra realidad cotidiana nos
impide acercarnos a simplemente vivir.